
La noche del 14 de agosto de 2025, Mikel Izal convirtió el escenario Estrella Damm de Es Jardí (Calvià) en un recorrido emocional que dejó huella en el público mallorquín. El artista navarro, que inició su etapa en solitario tras cerrar más de una década al frente de la banda IZAL, presentó las canciones de su álbum El Miedo y El Paraíso entrelazadas con los himnos que marcaron a toda una generación.
El concierto estuvo estructurado en cuatro capítulos simbólicos: “El Miedo”, “El Grito”, “La Fe” y “El Paraíso”. Con ellos, Izal ofreció un viaje introspectivo y vital que alternó vulnerabilidad y energía. Abrió la velada con temas como “El Miedo” y “Pánico práctico”, impregnados de sinceridad y fuerza contenida. La intensidad se mantuvo en canciones como “Pausa” y “El pozo”, donde la melancolía y la delicadeza encontraron su espacio en un entorno natural y cercano.
Himnos que transformaron el recinto en una fiesta compartida de complicidad y nostalgia
El momento más luminoso llegó con “La Fe”, cuando piezas como “Pequeña gran revolución” prendieron la conexión con el público, que respondió con coros entusiastas. Fue el preludio de un estallido de emoción colectiva con los grandes éxitos de IZAL: “Qué bien”, “Copacabana” y “La mujer de verde”, que transformaron el recinto en una fiesta compartida de complicidad y nostalgia.
Lejos de limitarse a interpretar canciones, Mikel Izal construyó un relato emocional. Bajó del escenario para cantar entre las primeras filas, agradeció al equipo técnico con un sentido homenaje y recordó la importancia de la gente que “trabaja un montón pero no se ve”. Gesto a gesto, consolidó esa cercanía que ha hecho de él un referente del pop alternativo español.



Una noche para recordar
El cierre, enmarcado en “El Paraíso”, fue un canto a la esperanza y a la celebración de un presente fértil para su carrera. Con autenticidad y carisma, Izal demostró que su proyecto en solitario no es una reinvención forzada, sino una evolución natural que le permite seguir llenando escenarios.
En Es Jardí, bajo el cielo mediterráneo, ofreció mucho más que un concierto: un ritual compartido de emociones intensas y memorias compartidas que confirmó su vigencia y su poder como narrador musical de su tiempo.