Amaia regresó a Baleares como una de las cabezas de cartel de Mobofest 2025, y lo hizo con un concierto que confirmó por qué su directo sigue siendo uno de los más especiales de la escena pop actual. En un festival marcado por la cercanía —apenas tres mil asistentes rodeados de naturaleza en Porreres—, la navarra desplegó un repertorio que osciló entre la ternura confesional y la celebración colectiva.
El peso del nuevo disco
El eje del concierto fue su más reciente trabajo, Si abro los ojos no es real. Temas como “Tocotó” y “C’est la vie” sonaron con una fuerza renovada en vivo: menos pulidos que en el disco, más eléctricos y con un nervio que el público agradeció. Canciones como “Auxiliar” o “Tengo un pensamiento” demostraron su faceta más íntima, esa que convierte el silencio en un instrumento más, manteniendo a los presentes en una escucha casi reverencial.



Amaia sabe que un concierto suyo no es solo un escaparate de discos, sino también un espacio de juego. Y ahí aparecieron sus célebres versiones: “Me pongo colorada” de Papá Levante desató la sonrisa colectiva y el baile ligero, mientras que “Santos que yo te pinte” conectó con la vena indie que caracteriza al Mobofest. Incluso hubo espacio para la sorpresa: una interpretación a piano de “Nuevo verano”, a petición de un grupo de fans, que convirtió el festival en un pequeño salón improvisado.
Lo que sigue distinguiendo a Amaia es su capacidad de hacer que todo parezca natural. No necesita artificios: su voz, cristalina y llena de matices, basta para llenar el espacio. En Porreres esa cualidad se amplificó; cada pausa, cada respiración, cada sonrisa compartida entre canción y canción reforzó la sensación de estar ante un concierto irrepetible.

Quizá el setlist abusó de tempos medios, lo que en algún tramo provocó una ligera caída de intensidad. En un festival al aire libre, con un público heterogéneo, podría haber funcionado incluir más momentos de desahogo rítmico, sobre todo teniendo en cartel a artistas como Alizzz o Zimmer90 que aportaban la parte más bailable. Aun así, esa elección también reforzó la singularidad de su propuesta: Amaia no compite, se aparta y crea su propio espacio.
El paso de Amaia por Mobofest 2025 no fue un concierto cualquiera, sino una declaración de principios: la música puede ser íntima incluso en un festival, puede conmover sin necesidad de ruido, puede invitar al baile y a la lágrima en un mismo repertorio. Porreres fue testigo de una artista en pleno estado de madurez, que ha aprendido a hacer de cada concierto una experiencia cercana y única.
El paso de Amaia por Mobofest 2025 no fue un concierto cualquiera, sino una declaración de principios: la música puede ser íntima incluso en un festival, puede conmover sin necesidad de ruido, puede invitar al baile y a la lágrima en un mismo repertorio. Porreres fue testigo de una artista en pleno estado de madurez, que ha aprendido a hacer de cada concierto una experiencia cercana y única.